NIÑOS
WONDER MOTHER EN EL COCHE
29 Julio 2017
Cuando se trata de llevar a tus hijos de vacaciones, debes enfrentarte a tu peor pesadilla: EL VIAJE EN COCHE CON NIÑOS. 1.283 km en ese pequeño habitáculo se hace largo. Muy largo.
782 minutos de infierno físico, mental, auditivo y nervioso (+ olfativo a veces). Toda una prueba digna de superar. Tu querido marido suspira con la mano en el corazón y te dice: “Yo os habría llevado pero tengo esa reunión tan importante en Londres…”. Claro. Traidor infame.
Afortunadamente, Wonder Mother, lo tiene TODO previsto. Nada podrá cogerte por sorpresa. Nada hará que te entren ganas de ponerte debajo de las ruedas de tu propio coche. 17 juguetes, 8 libros, 3 cuadernos de colores, 5 bolsitas de stickers, 9 playlists de canciones, 6 libros en audios, 15 ideas de juegos (incluyendo aquel de: “El primero que vea un coche rojo, ¡gana!”, ese juego tan aburrido pero que misteriosamente los niños adoran), una lista de las mejores carreteras con “toboganes”, galletas, agua, toneladas de toallitas de papel, viseras y gorras, y por supuesto, homeopatía contra los mareos en coche. No es por nada pero, francamente, tu coche se convertirá en el bolso de Mary Poppins. ¡Tendrá de todo!
Así que ahora, toca partir, al amanecer. Y te preparas para pasar siglos en el infierno. Mareada desde el primer kilómetro. Lista para gruñir al menor problema. Tus hijos, mientras, sonríen. El mayor cuenta chistes (malos, por supuesto) pero bueno, tiene 5 años, habrá que perdonarlo si no lo hace como si fuera una estrella monologuista. Tu hija te confía seriamente – y en modo bucle – información sobre Peppa Pig. Los kilómetros empiezan a desfilar, y también las canciones y juegos. Nadie ha vomitado. Nadie ha tenido una pataleta turbo-nuclear. Nadie da golpecitos. Todo el mundo espera en silencio hasta llegar a las paradas para orinar. Te sorprendes a ti misma de lo calmada y risueña que estás, incluso cantando alegre algo de Christophe Maé (lo prometemos, sin haber bebido nada). Durante dos deliciosas horas, tus angelitos yacen dormidos y meditando (por fin en paz, si exceptuamos los ruiditos de la mismísima Peppa Pig). Entonces, de repente, sin previo aviso, el campanario del pueblo de tus padres aparece. Alegría, estupefacción, deleite. Ciertamente, parece que tengas los cráteres de Etna ante tus ojos, las piernas están a punto de fallarte, el suelo del coche parece un vertedero de México y las voces de los niños suben con furia a tonos muy agudos. Pero has pasado la prueba. Has sobrevivido. Y no ha sido tan terrible, al final.
A la hora de dormir, tu pequeño príncipe te susurra: “Mamá, me encanta cuando vamos juntos de viaje por carretera. ¿El próximo año podríamos hacer un viaje en autocaravana los 4?” Pausa. Dulce suspiro. Tu pequeño extiende los brazos alrededor de tu cuello. Entonces, sin que puedas hacer nada, como si estuvieses hipnotizada, unas extrañas palabras salen solas de tu boca: “De acuerdo cielo. Es una idea estupenda. Prometido.”
Diantres. Ya no tienes escapatoria.